Bajo la luz de la hermana del Sol, una mujercilla corría en busca de la querida libertad ,con ansias ser tratada como una igual.Un campo de plantas sin flores ni frutos y arbustos espinosos le bordeaba. Una bata de laboratorio tapaba apenas su frágil y delgado cuerpo (cubierto de llagas sin cicatrizar). La respiración se le acortaba con cada paso y salto que daba. No iba a dejarse vencer por la flora del lugar, agradecía su gran voluntad para querer vivir. Mientras tanto, su escape le alejaba de lo salvaje y se adentraba a lo humanizado. En la lejanía, las luces naranjas iluminaban el mundo de la noche. Nuestra mujercilla explotaba de la alegría. Su pies parecían reventarse de un momento a otro; estaban llenos de callos tras la travesía. En un instante determinado dejó de correr y dedicó unos momentos a observar aquel fondo que le sonaba un tanto familiar.
«Mi juventud y mi infancia, llena de ilusiones y esperanzas, fueron despedazados en aquel orfanato de la ''felicidad''. Sin embargo, ahora puedo reunirme con los míos y demostraré lo que la paciencia y la voluntad me han enseñado.» pensó con algo de euforia. De nuevo retomó el viaje con dirección a los suburbios. El camino, pese a estar sin luz que lo mostrase con claridad, notaba con el frío sentir de la piedra con sus pies planos, algo anchos y lisos. De pronto, notó la presencia de un ser vivo.
-¿ Necesita alguna ayuda ? Bueno, es más que obvio ¿Quiere que la lleve a un centro sanitario?-preguntó un hombre con una voz más grave de lo normal.
- Lo siento, no me fío de los desconocidos y menos de los que se presentan así por las buenas- afirmó nuestra errante mujer.
-¿Santamaría...? ¿ Acaso no reconoces la voz del que te dio la vida en este planeta?
-¿No serás...?
-Si, yo soy tu progenitor. El que yació con tu...
-¡Vale, vale! ¡Te creo! ¡No hace falta que especifiques!
-Mi niña... Vamos a ir casa... Los dos juntos...-Habló el hombre de manera dulce.
- ¡Ni lo sueñes, viejo!
-¡Lo que te he dicho no era pregunta!- expresó amenazante el hombre
Acto seguido, Santamaría le propino una patada en sus partes bajas al hombre, dejándolo tendido en el suelo. Más tarde de comprobar si estaba inconsciente, ella se fue con la mayor tranquilidad del mundo a marcha de tortuga coja.
***
Mientras tanto, Narciso y Jacobo descansaban en dos dos pequeños camastros en una habitación de dimensiones relativamente pequeña, iluminada con la luz translúcida originaria de las farolas de la calle.
El segundo que he nombrado era un chico que no pasaba de los veinticinco años. Era bastante alto en comparación con semejantes de su entorno. Narciso, por su parte era mucho más bajo que él, pero al menos no se le colgaba del abdomen una barriga cervecera. Entre ambos la diferencia de edad no era grande, no obstante, pasaban la mayoría de edad. Jacobo roncaba. Mucho. Demasiado
Pero por ahora no pasaba nada. Todavía...
Continuara...
«Mi juventud y mi infancia, llena de ilusiones y esperanzas, fueron despedazados en aquel orfanato de la ''felicidad''. Sin embargo, ahora puedo reunirme con los míos y demostraré lo que la paciencia y la voluntad me han enseñado.» pensó con algo de euforia. De nuevo retomó el viaje con dirección a los suburbios. El camino, pese a estar sin luz que lo mostrase con claridad, notaba con el frío sentir de la piedra con sus pies planos, algo anchos y lisos. De pronto, notó la presencia de un ser vivo.
-¿ Necesita alguna ayuda ? Bueno, es más que obvio ¿Quiere que la lleve a un centro sanitario?-preguntó un hombre con una voz más grave de lo normal.
- Lo siento, no me fío de los desconocidos y menos de los que se presentan así por las buenas- afirmó nuestra errante mujer.
-¿Santamaría...? ¿ Acaso no reconoces la voz del que te dio la vida en este planeta?
-¿No serás...?
-Si, yo soy tu progenitor. El que yació con tu...
-¡Vale, vale! ¡Te creo! ¡No hace falta que especifiques!
-Mi niña... Vamos a ir casa... Los dos juntos...-Habló el hombre de manera dulce.
- ¡Ni lo sueñes, viejo!
-¡Lo que te he dicho no era pregunta!- expresó amenazante el hombre
Acto seguido, Santamaría le propino una patada en sus partes bajas al hombre, dejándolo tendido en el suelo. Más tarde de comprobar si estaba inconsciente, ella se fue con la mayor tranquilidad del mundo a marcha de tortuga coja.
***
Mientras tanto, Narciso y Jacobo descansaban en dos dos pequeños camastros en una habitación de dimensiones relativamente pequeña, iluminada con la luz translúcida originaria de las farolas de la calle.
El segundo que he nombrado era un chico que no pasaba de los veinticinco años. Era bastante alto en comparación con semejantes de su entorno. Narciso, por su parte era mucho más bajo que él, pero al menos no se le colgaba del abdomen una barriga cervecera. Entre ambos la diferencia de edad no era grande, no obstante, pasaban la mayoría de edad. Jacobo roncaba. Mucho. Demasiado
Pero por ahora no pasaba nada. Todavía...
Continuara...
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